miércoles, 3 de agosto de 2016

El Piscoanalisis: La pulsión.


Diferencia de la pulsión y el instinto - Elementos de la pulsión - tipo de pulsiones en Freud - Relación del concepto de pulsión con el de represión primaria - El primer modelo pulsional.





Un concepto básico convencional es el de pulsión. Primero lo estudiaremos desde la fisiología. Esta nos ha proporcionado el concepto del estímulo y el esquema del reflejo.

¿Qué relación mantiene la pulsión con el estímulo?

La pulsión sería un estimulo para lo psíquico, pero advertimos que no podemos equiparar pulsión y estímulo psíquico, para lo psíquico existen otros estímulos que los pulsionales: los que se comportan de manera muy parecida a los estímulos fisiológicos.

Con lo anteriormente expuesto podemos distinguir entre estímulos pulsionales y otros estímulos (fisiológicos) que influyen sobre el alma: El estímulo pulsional no proviene del mundo exterior, sino del interior del propio organismo, opera diversamente sobre el alma y requiere  diferentes acciones para eliminarlo. El estímulo opera de un solo golpe, se lo puede despachar mediante una única acción adecuada, tales golpes pueden también repetirse y sumarse. La pulsión en cambio actúa siempre con una fuerza constante, puesto que ataca desde el interior del cuerpo. Llamaremos "Necesidad (pulsional)" al estímulo pulsional; lo que cancela esta necesidad es la satisfacción. Esta solo puede alcanzarse mediante una modificación, apropiada a la meta(adecuada), de la fuente interior del estímulo.

Hallamos la escencia de la pulsión en sus caracteres principales: su proveniencia de fuentes de estímulo situadas en el interior del organismo y su emergencia como fuerza constante, y de ahí derivamos uno de sus caracteres posteriores, su incoercibilidad (no puede ser reprimido) por acciones de huida. Es de naturaleza biológica, trabaja con el concepto de tendencia (eventualmente, el de la condición de adecuado a fines) y dice: El sistema nervioso es un aparato al que le está deparada la función de librarse de los estímulos que le llegan, de rebajarlos al nivel mínimo posible. El sistema nervioso domina los estímulos. Los estímulos exteriores plantean una única tarea, la de sustraerse de ellos, se convierten en disposición heredada. Los estímulos pulsionales que se generan en el interior del organismo no pueden tramitarse mediante ese mecanismo, obligan al sistema nervioso a renunciar a su propósito ideal de mantener alejados los estímulos, puesto que producen un aflujo continuado e inevitable de estos. Las pulsiones son los genuinos motores de los progresos que han llevado al sistema nervioso a su actual nivel de desarrollo. Son decantaciones de la acción de estímulos exteriores que en el curso de la filogenésis influyeron sobre la sustancia viva, modificandola. 

Hallamos que la actividad del aparato psíquico está sometida al principio de placer, es decir, está regulada de manera automática por sensaciones de la serie placer - displacer. Esas sensaciones reflejan el modo en que se cumple el dominio de los estímulos: el sentimiento de displacer tiene que ver con un incremento del estímulo, y el placer con su disminución. 

Desde la consideración de la vida anímica, la pulsión nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, con una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal. 




Algunos términos que se usan en conexión con el concepto de pulsión son: esfuerzo, meta, objeto y fuente de la pulsión.

Esfuerzo. Es su factor motor, la suma de fuerza o la medida de la exigencia de trabajo que ella representa. Es una propiedad universal de las pulsiones, y aun su escencia misma. Toda pulsión es un fragmento de actividad.

Meta. Es en todos los casos la satisfacción que solo puede alcanzarse cancelando el estado de estímulación en la fuente de la pulsión. Los cambios que llevan a ella pueden ser muy diversos, se presentan múltiples metas más próximas o intermediarias, que se combinan entre si o se permutan unas por otras. Se puede hablar también de pulsión de meta inhibida en el caso de procesos a los que se permite avanzar un trecho en el sentido de la satisfacción pulsional, pero después experimentan una inhibición o una desviación. 

Objeto. Es aquello en o por lo cual la pulsión puede alcanzar su meta. Es lo más variable de la pulsión; no está enlazado originalmente con ella, sino que se le coordina solo a consecuencia de su aptitud para posibilitar la satisfacción. No necesariamente es un objeto ajeno; también puede ser una parte del cuerpo propio. En el curso de su destino, la pulsión puede sufrir cambios de vía. Puede ocurrir que el mismo objeto sirva simultáneamente a la satisfacción de varias pulsiones, es el caso de entrelazamiento de pulsiones. Un lazo particularmente íntimo de la pulsión con el objeto se lo denomina fijación de aquella. Suele consumarse en periodos muy tempranos del desarrollo pulsional y pone término a la movilidad de la pulsión contrariando con intensidad su desasimiento. 


Fuente (zonas erógenas). Es aquel proceso somático, interior a un órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estímulo es representado en la vida anímica por la pulsión.




¿Qué pulsiones pueden establecerse y cuántas?

Se pueden distinguir dos grupos de pulsiones primordiales: las pulsiones yoicas o de autoconservación y las pulsiones sexuales.

Para una el individuo es lo fundamental; esta aprecia a la sexualidad como una de sus funciones y a la satisfacción sexual como una de sus necesidades. Para la otra el individuo es un apéndice temporario y transitorio del plasma germinal, cuasi-inmortal, que le fue confiado por el proceso de la generación.

Debido a la trayectoria que ha seguido en su desarrollo el psicoanálisis, ha podido aportar hasta ahora datos mas o menos satisfactorios únicamente sobre las pulsiones sexuales. Solamente este grupo pudo observarse aislado en las neurosis. 

De las pulsiones sexuales puede enunciarse lo siguiente: son numerosas, brotan de múltiples fuentes orgánicas, al comienzo actúan con independencia unas de otras y solo después se unen en una síntesis más o menos acabada. La meta a la que aspiran cada una de ellas es el logro del placer de órgano. Solo tras haber alcanzado una síntesis cumplida entran al servicio de la función de reproducción en cuyo carácter se las conoce comúnmente como pulsiones sexuales. En su primera aparición se apuntalan a las pulsiones de , de las que solo poco a poco se deshacen; también en el hallazgo de objeto siguen los caminos que les indican las pulsiones yoicas.

La observación nos enseña a reconocer como destinos de pulsión de esa índole , los siguientes: 

  • El trastorno hacia lo contrario.
  • La vuelta hacia la persona misma.
  • La represión.
  • La sublimación.
El trastorno hacia lo contrario se resuelve, ante una consideración mas atenta, en dos procesos diversos: la vuelta de una pulsión de la actividad a la pasividad, y el trastorno en cuanto al contenido. Por se ambos procesos de naturaleza diversa a de tratárselos por separado.  Ejemplos del primer proceso lo brindan los pares de opuestos sadismo - masoquismo y placer de ver - exhibición. El trastorno solo atañe a la meta de la pulsión, la meta activa es reemplazada por la pasiva. El trastorno en cuanto al contenido se descubre en este único caso: la mudanza del amor en odio.

La vuelta hacia la persona misma se nos hace más comprensible si pensamos que el masoquismo es sin dudas un sadismo vuelto hacia el yo propio, y la exhibición lleva incluido el mirarse el cuerpo propio. El masoquista goza compartidamente la furia que se abate sobre su persona, y el exhibicionista, su desnudez. Lo esencial en este proceso es el cambio de vía del objeto, manteniéndose inalterada la meta.

Vuelta hacia la persona misma y vuelta de la actividad a la pasividad convergen o coinciden en estos ejemplos. En cuanto al par de opuestos sadismo-masoquismo, el proceso puede presentarse del siguiente modo:

a) El sadismo consiste en una acción violenta, en una afirmación de poder dirigida a una persona como objeto.
b) Este objeto es resignado y constituido por la persona propia. Con la vuelta de la persona propia se ha consumado también la mudanza de la meta pulsional activa en una pasiva.
c) Se busca de nuevo como objeto una persona ajena, que, a consecuencia de la mudanza sobrevenida en la meta, tiene que tomar sobre sí el papel de sujeto.

Resultados algo diversos y más simples ofrece la indagación de otro par de opuestos: el de las pulsiones que tienen por meta, respectivamente, el ver y el mostrarse (Voyeur y el exhibicionista en el lenguaje de las perversiones. También aquí pueden distinguirse las mismas etapas que en el caso anterior: a) el ver como actividad dirigida a un objeto ajeno; b) la resignación del objeto, la vuelta de la pulsión de ver hacia una parte del cuerpo propio, y por tanto el trastorno en pasividad y el restablecimiento de una nueva meta: ser mirado; c) la inserción de un nuevo sujeto al que uno se muestra a fin de ser mirado por él.

Para los dos ejemplos de pulsión vale esta observación: la mudanza pulsional mediante trastorno de actividad en pasividad y mediante vuelta sobre la persona propia nunca afecta a todo el monto de la moción pulsional. La dirección pulsional más antigua, activa, subsiste junto a la mas reciente, pasiva, aunque el proceso de la trasmudación pulsional haya sido muy extenso.

Todas las etapas de desarrollo de la pulsión subsisten unas junto a las otras; y esta aseveración se hace evidente si en lugar de las acciones pulsionales se toma como base del juicio el mecanismo de la satisfacción . Podemos descomponer toda vida pulsional en oleadas singulares, separadas en el tiempo y homogéneas dentro de la unidad de tiempo (cualquiera sea esta).


El hecho de que en esa época más tardía del desarrollo pueda observarse, junto a una moción pulsional, su opuesto (pasivo) merece ser destacado mediante el nombre: ambivalencia

Nos hemos acostumbrado a llamar narcisismo a la fase temprana del desarrollo del yo, durante la cual sus pulsiones sexuales se satisfacen de manera autoerótica. Deberíamos entonces decir que la etapa previa de la pulsión de ver - en que el placer de ver tiene por objeto el cuerpo, propio- pertenece al narcisismo, es una formación narcisista. Desde ella se desarrolla la pulsión activa de ver, dejando atrás al narcisismo; pero la pulsión pasiva de ver retiene el objeto narcisista. Los destinos de pulsión que consisten en la vuelta sobre el yo propio y en el trastorno de la actividad en pasividad dependen de la organización narcisista del yo y llevan impreso el sello de esta fase. Corresponden, quizás, a los intentos de defensa que en etapas mas elevadas del desarrollo del yo se ejecutan con otros medios.

Sadismo-masoquismo y placer de ver-placer de mostrar. Son las mas conocidas de las pulsiones sexuales que se presentan como ambivalentes. Los otros componentes de la función sexual, que actúan de modo autoerótico, es decir, su objeto se eclipsa tras el órgano que es su fuente y, por lo común, coincide con este último. El objeto de la pulsión de ver es también primero una parte del cuerpo propio; no obstante, no es el ojo mismo. En las pulsiones autoeróticas es tan decisivo el papel del órgano fuente que forma y función de órgano determinan la actividad o pasividad de la meta pulsional. 

La mudanza de una pulsión en su contrario solo es observada en un caso: La transposición de amor en odio. Se presentan dirigidos simultáneamente al mismo objeto, tal coexistencia ofrece también el ejemplo más significativo de una ambivalencia de sentimientos. 

El amar no es susceptible de una sola oposición, sino de tres. Además de la oposición amar-odiar, hay la que media entre amar y ser-amado, y, por otra parte, amar y odiar tomados en conjunto se contraponen al estado de indiferencia. De estas tres oposiciones, la segunda, que media entre amar y ser-amado, se corresponde por entero con la vuelta de la actividad a la pasividad y admite también reconducción a una situación básica.

La vida anímica en general está gobernada por tres polaridades: 
  • Sujeto (yo)-objeto (mundo exterior).
  • Placer-Displacer.
  • Activo-Pasivo.
La oposición entre yo y no-yo (afuera), o sea sujeto-objeto, se impone tempranamente al individuo, como dijimos, por la experiencia de que puede acallar los estímulos exteriores mediante su acción muscular, pero está indefenso frente a los estímulos pulsionales. La polaridad placer-displacer adhiere a la decisión de nuestras acciones (voluntad). La oposición activo pasivo media entre yo-sujeto y afuera- objeto. El yo se comporta pasivamente hacia el mundo exterior en la medida en que recibe estímulos de él, y activamente cuando reacciona frente a estos. Sus pulsionales le compelen una actividad hacia el mundo exterior: el sujeto es pasivo hacia los estímulos exteriores, y activos por sus pulsiones propias. La oposición entre activo y pasivo se fusiona más tarde con la que media entre masculino y femenino. La soldadura entre la actividad y lo masculino, y entre pasividad y lo femenino, nos aparece, en efecto, como un hecho biológico.

Las tres polaridades del alama entran en los más significativos enlaces recíprocos. Existe una situación psíquica originaría en que dos de ellas coinciden. El yo se encuentra originariamente al comienzo mismo de la vida anímica, investido por pulsiones, y es en parte capaz de satisfacer sus pulsiones en si mismo. Llamamos narcisismo a este estado y autoerótica a la posibilidad de satisfacción. El mundo exterior en esta época no está investido con interés. Si por ahora definimos en amar como la relación del yo con sus fuentes de placer, entonces la situación en que solo se ama a si mismo y es indiferente al mundo, ilustra la primera de las oposiciones en que hemos hallado el amar.

El yo necesita del mundo exterior , pero recibe de él objetos a consecuencia de las vivencias derivadas de las pulsiones de autoconservación del yo. Bajo el imperio del principio de placer; se consuma dentro de él un ulterior desarrollo. Recoge en su interior los objetos ofrecidos en la medida en que son fuente de placer, los introyecta y, por otra parte, expele de si lo que en su propia interioridad es ocasión de displacer.
El mundo exterior se le descompone de una parte del placer que él se ha incorporado y en un resto que le es ajeno. Y del yo propio ha segregado un componente que arroja al mundo exterior y siente como hostil. Después de ese reordenamiento ha quedado establecida la coincidencia de las dos polaridades:

  • Yo-sujeto(coincide)con placer.
  • Mundo exterior (coincide) con displacer (desde una indiferencia anterior).
Con el ingreso del objeto en la etapa del narcisismo primario se despliega también la segunda antítesis del amar: el odiar.

No puede desecharse que el sentido originario del odiar signifique la relación hacia el mundo exterior hostil, proveedor de estímulos. La indiferencia se subordina al odio, a la aversión. Lo exterior, el objeto, lo odiado, habrian sido idénticos al principio. Y si más tarde el objeto se revela como fuente de placer, entonces es amado, pero también incorporado al o, coincide nuevamente con lo ajeno y lo odiado.

La segunda oposición, amor-odio, reproduce la polaridad placer-displacer, enlazada con la primera. Placer y displacer significan relaciones del yo con el objeto. Cuando el objeto es fuente de sensaciones placenteras hablamos también de la atracción que ejerce el objeto y decimos que amamos al objeto. A la inversa, cuando el objeto es fuente de sensaciones de displacer, una tendencia se afana en aumentar la distancia entre él y el yo, sentimos la repulsión del objeto y lo odiamos.

Podríamos decir que una pulsión ama al objeto al cual aspira para su satisfacción. La observación del uso lingüístico nos muestra  otra restricción en el significado del amor y del odio. De los objetos que sirven para la observación del yo se destaca que se necesita de ellos.

La palabra amar se instala entonces, cada vez más, en la esfera del puro vínculo del placer del yo con el objeto, y se fija en definitiva en los objetos sexuales en sentido estricto y en aquellos objetos que satisfacen las necesidades de las pulsiones sexuales sublimadas.

Es notable que el uso de la palabra odiar no salga a la luz en una referencia tan estrecha al placer y a la función sexual; más bien, la relación de displacer parece la única decisiva. El yo odia, aborrece y persigue con fines destructivos a todos los objetos que se constituyen para él en fuente de sensaciones displacenteras. Los genuinos modelos de la relación de odio no provienen de la vida sexual, sino de la lucha del yo por conservarse y afirmarse.

Amor y odio tienen orígenes diversos. El amor proviene de la capacidad del yo para satisfacer de manera autoerótica, por la ganancia de un placer de órgano, una parte de sus mociones pulsionales. Es originariamente narcisista, después pasa a los objetos que se incorporaros al yo ampliando, y expresa el intento motor del yo por alcanzar esos objetos en cuanto fuente de placer. El incorporar o devorar, una modalidad del amor compatible con la supresión de la existencia del objeto puede denominarse ambivalente, en la etapa que sigue, la de organización pregenital-sádico-anal el intento de alcanzar el objeto se presenta bajo la forma del esfuerzo de apoderamiento, al que le es indiferente el daño o la aniquilación del objeto. Solo con el establecimiento de la organización genital el amor deviene en odio.

El odio, es como relación con el objeto, más antiguo que el amor; brota de la repulsa primordial que el yo narcisista opone en el comienzo al mundo exterior prodigador de estímulos. Mantiene siempre un estrecho vínculo con las pulsiones de conservación del yo. Cuando las pulsiones yoicas gobiernan a la función sexual, como sucede en la etapa de la organización sádico-anal, prestan también a la meta pulsional los caracteres del odio. 

La tercera posición en que se encuentra el amar, la mudanza del amar en un ser-amado, responde a la injerencia de la polaridad entre actividad y pasividad y cae bajo idéntica apreciación que los casos de la pulsión de ver y del sadismo.

Los destinos de la pulsión consisten en:

Las mociones pulsionales son sometidas a la influencia de tres grandes polaridades que gobiernan la vida anímica. De esas tres polaridades, la que media entre la actividad y pasividad puede definirse como la biológica; la que media entre el yo y el mundo exterior, como la real; y por último, la de placer-displacer, como la económica.




  • Freud, S. Pulsiones y destinos de pulsión (1915).
  • Freud, S. Concepto psicoanalítico de las perturbaciones psicógenas de la visión (1910).
  • Freud, S. Sobre las trasposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal (1917).
  • Masotta, O. El Modelo Pulsional. Caps. 1 y 2. Ed. Altazor, Bs. As. 1980. 














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